viernes, 20 de enero de 2012

¿Mi pesimismo? Una enfermedad.

Cada vez estoy más convencida de ello. Una persona puede ser pesimista pero no superando mis  limites tan cumbres. Creo que lo mío roza lo irracional. Lo mío... lo mío no es normal.
Empiezo mi reflexión inaugurando mi etiqueta "Ego" con una cita que escuché el mes pasado:
"La vida no esta envuelta en un lazo, pero sigue siendo un regalo"
LOS COJONES.
Así es. Reconozco que es un buen chiste pero, ¿De ahí a tomárselo en serio? Eso es pasarse. Nunca entenderé como una persona puede estar de acuerdo con esta cita.
Enteraos bien: La vida NO es un regalo, es un CASTIGO. Estoy segura de ello.

Se quejan de que soy pesimista. Coño, ¿Como puedo no serlo, con la cantidad de calamidades que me hace la vida? Y cuando digo calamidades, digo putadas.  De tener la sensación de que la vida se descojona de ti a cada instante, preparándote un tormento en tus pocas épocas de felicidad, como si te estuviera diciendo "No te confundas, yo no soy un regalo, soy un castigo" Si justo cuando todo va bien, la vida te ve y se dice a si misma "Tengo que contrarrestar todo ese tiempo de felicidad que haya podido experimentar" y luego no quieres ver ni tu cara, puesto  porque tienes un post- it  psicológico pegado en la frente, que con letras grandes grita "Pringada".
Algunos días, como hoy, y sin comerlo ni beberlo me dan ataques de odio y desprecio hacia la vida y hacia la gente. Como siga así, terminaré misántropa perdida.
Aunque luego lo pienso y me digo: Estíbaliz, tu no eres pesimista, eres realista. ¿Qué culpa tengo yo que todo lo malo que pienso que me puede ocurrir al final suceda? No es casualidad. Sin ir más lejos, en la Nochevieja del 2010 para entrar al 2011, me dije : Este año va a ser una mierda. ¡Y así lo ha sido!
O cuando estaba en cuarto de la eso... el año 2010 lo recordaré como uno de los mejores años de mi vida. A pesar de todos los buenos momentos pensé: Un momento, yo... ¿Siendo feliz? ¿FELIZ? Esto es muy raro. La vida no me ha hecho ninguna putada, así que me va liar una gorda para contrarrestar. Bueno pues eligió el cáncer de mi padre.  Con esto, repito la pregunta sin respuesta ¿Qué culpa tengo yo que todo lo malo que pienso que me puede ocurrir al final suceda?


Mi conclusión: Perdonadme que no pueda ver la poca o mucha belleza que hay en el mundo. El dolor me vendó los ojos.


Y, por cierto, esto me ha servido de desahogo. No hace falta que os lo toméis en cuenta.

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