lunes, 19 de marzo de 2012

Primer día del padre sin ti.

En esta vida hay padres. Padres cariñosos, padres luchadores, padres que aman, padres que darían todo por sus hijos y padres que los maltratan.
Bueno, perdón. Nunca me ha gustado la palabra padre refiriéndose a un maltratador. Para mí es un insulto a la propia palabra padre. Mejor decir progenitor. 
Sí, porque en mi opinión la palabra padre es demasiado especial como para catalogársela a cualquiera. Si pegas a tu mujer y a tu hijo, no mereces ser llamado padre y ni tan siquiera marido. Si abandonaste a tu hijo, incluso antes de haber nacido y luego sólo por interés vuelves para recuperarle, tampoco te mereces llamarte padre.
En cambio, aunque no seas el padre biológico, creo que puedes llamarte padre si aceptas a una criatura como a tu hijo aunque no lo sea, con la condición de darle todo el amor y el cariño que su progenitor no fue capaz de darle, o directamente no le dio la gana de hacerlo.
Por ejemplo, si adoptas a un niño, aunque no sea tuyo, y le das todo lo que puedes ofrecerle, te mereces llamarte padre.
Os preguntaréis porque os he soltado esta reflexión. Pues bien, lo he hecho porque existe el padre del profesor que te da el coñazo siempre y del cual estas harto o harta, existe el padre del vecino. Existe el tuyo y el mío.
A mi me toco un PADRE (Sí, con mayúscula) y se llamaba Valentín García Horcajo (Otra vez, sí, por desgracia tengo que emplear el verbo en pasado…)
Y aún sabiendo que hay muchos más padres, no me hace falta conocerlos a todos para llegar a la conclusión de que mi padre es el mejor de todos.
“No, no Estíbaliz, te has equivocado, mi padre es el mejor, eso lo dices porque no has conocido a mi padre”
¡Opinión válida! Pero entiende que mi padre fue Valentín García, que para mí fue un ejemplo a seguir, que por culpa de un puto cáncer ya no esta conmigo, pero le siento, sé que esta conmigo pero de forma distinta, y por eso hoy le dedico una vez más, mis palabras.


sábado, 10 de marzo de 2012

Noche roja.

Me desperté.
Creo que mi conciencia  aviso a todo mi organismo (Incluida mi alma) puesto que estaba en la obligación de avisar, saborear este día, y luego absorber  todos esos sentimientos.
Tenía una sonrisa en la cara...Y lo mejor es que sabía las causas. Por no decir la causa. Como me había salido casi en su totalidad  todo a la perfección..y ese casi, no me molestó, si no que fue a mejor. Algún plan mejor, se sustituyó por uno óptimo. Lo único que fallo es que estabas ausente y yo me estaba preparando detrás de una nube andante, con el corazón cogiéndolo a dos manos. Sí... y como se dibujo esa sonrisa en tu cara, que es el reflejo de la mía, funcionas en este caso como un espejo para mí.
Y pensar que durante años tengo la misma sensación... Antes de entregarte cualquier cosa, me sumergía en una cantidad de inquietudes, propio de un mar de impotencia,  ya que sé que con esto no va a ser suficiente. Nunca habrá palabras conceptos o demostraciones que determinen y digan cuanto te quiero. Pienso que todo lo que hago es insignificante comparado con lo que sería capaz de hacer por ti.

Me hice la dormida. De repente, mi móvil. Me avisaba de algo que ya sabía, vamos que si lo sabía. Pero ¿Cuando puse yo esa alarma? Y encima a las nueve. No recuerdo haberla puesto para nada. El caso es que cuando hable con cierta parte de mi corazón, tuvo sentido. Mejor dicho: Destino.

Me había puesto la alarma a las 10 y cuarto. Podía seguir haciéndome la remolona. Abracé mi almohada, imaginándome que eras tú, la abracé más fuerte. Respire profundamente, deje que entraran los recuerdos de de algo dulce y fuego. Y a continuación expulsé todos mis temores, curiosamente también por la nariz.
Había echo todo lo que estaba en mis manos. Hacerte feliz al menos un día. Este día.

Cuando ya me iba a levantar, de repente,  recordé algo, que siempre recordaba cada año, después de este día especial, y del cual antes no me daba cuenta ¡Maldito abismo generacional!