miércoles, 15 de julio de 2015

Tormenta de verano

Hay personas que son como el olor de una tormenta de verano justo antes de que comience. Cuando hueles que su presencia está cerca, automáticamente las comisuras de los labios se alargan. Algo cambia. Es imposible no llevarte la mano en el corazón para comprobar que, pese a que el tiempo se detuvo, algo sigue tartamudeando dentro de las costillas, ahora con más razones todavía, porque no se aproxima una lluvia insisto, sino una tormenta. Cierras los ojos para prestar toda tu atención a ese olor, hasta que tus pulmones quedan puramente bendecidos.  Poco después sientes como el aroma se adhiere a tu piel y la adrenalina empieza con la orquesta de truenos y relámpagos intentando decirte tantas y tantas cosas... que sólo tu entiendes.
Y agradeces su llegada. De hecho estabas esperando su presencia porque no soportabas la asfixia que te envolvía. Necesitabas alivio. Ese alivio que sólo te puede prometer una buena tormenta.

Y yo echo mucho de menos a mi tormenta de verano.

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